domingo, enero 29, 2006

"El negocio del amor arrasa en Internet"...

Así titula El País un reportaje que se acerca al pujante mundo de las páginas de contactos.
    Alrededor de cinco millones de españoles se han registrado en páginas de contactos por Internet para buscar pareja (o, en menor medida, amigos, amantes...), pero no todos pagan. Sin embargo, lo hacen los suficientes para que algunas de las empresas que se dedican a estos menesteres hayan podido hacer, por primera vez, campañas publicitarias en televisión, y en horarios que incluyen los de máxima audiencia.

    Lo que se paga es la posibilidad de contactar, vía e-mail, con la persona elegida y con la empresa como nexo de contacto, con lo que si la cosa no va para adelante nadie tiene ninguna dirección donde seguir insistiendo. El precio es de unos 30 euros al mes, aunque hay ofertas si el usuario se suscribe por tres o seis meses, o si es mujer (suele ser superior el número de hombres).


Los datos son espectaculares, la interpretación también:
    "El auge de estas páginas responde, simplemente, a una demanda creciente del mercado", explica la profesora de Economía Aplicada de la Universidad Complutense de Madrid Cecilia Castaño. El ritmo de vida, con horarios de trabajo cada vez más saturados y tiempos de desplazamiento mayores, no deja en muchas ocasiones tiempo para un proceso de cortejo a la clásica, asegura Castaño.


Muchos usuarios refrendan lo antedicho:
    "Te quita mucho tiempo, tienes que salir de copas, te tienes que arreglar... Yo no tengo ese tiempo, trabajo de arquitecto en un estudio y luego hago trabajos por mi cuenta: pinto, hago diseño gráfico", explica Juan Carlos Vargas, de 34 años. Él conoció a su actual novia hace un año y medio. Entró en uno de estos servicios porque un amigo le había hablado de él y se puso a "jugar".


Y las conclusiones son claras: pagamos por conocer gente cuando, en muchos casos, no tenemos ni idea de cómo se llama nuestro vecino; damos prioridad a nuestra vida laboral sobre la personal; convertimos nuestras relaciones sociales en una obligación más y, en suma, nuestra filosofía de vida es un puto desastre... Mantengo que la incomunicación es una peligrosa pandemia y que las soluciones con que la combatimos son pésimos antibióticos.

domingo, enero 08, 2006

"Contra los blogs", dios y su palabra

Me entero a través de La Huella Digital del "tema de debate" de este domingo. Se trata de un artículo de opinión -que digo artículo, ¡un filón!- firmado por un tal Incitatus en El Confidencial. El título -"Contra los blogs"- preludia lo peor:

    El blog, esa peste bubónica del periodismo que se ha generalizado en el año que acaba de terminar, consiste en una página de internet –por lo común alojada en medios de comunicación– en la cual un señor escribe lo que le parece y otros le contestan. Allí mismo, en su misma página, en tiempo real.


No pensaba comentarlo aquí, pero en vista de lo sugerente del tema, he decidido al menos reseñar los fragmentos más jocosos. Espero lo disfruten:

    Veamos. El autor, por lo común periodista pero no necesariamente, firma con su nombre y muchas veces hasta con su foto. Se hace responsable de lo que dice. Pero el lector que pone allí sus comentarios jamás hace eso.

¿Así que lo normal es que los bloggers sean periodistas? ¿Así que quienes comentan los artículos jamás se identifican? Os juro que vivo en un engaño permanente.

    Por último, la inmensa mayoría de los blogs que alojan los medios de comunicación de internet están libres de cualquier tipo de filtro, selección, código o censura. Cada cual puede escribir lo que quiera; sólo se limita (y no siempre) el espacio.

¡Qué vergüenza! ¡Los blogs permiten opinar sin censura!

    ¿Cuál es el resultado? Pues que los blogs se han convertido en el territorio natural de una nutridísima partida de canallas que se dedican, gracias a tan bondadosas normas, al apasionante deporte del insulto. Nadie sabe quiénes son, no hay forma de identificarles, nadie va a pedirles responsabilidades por lo que dicen, pueden escribir cuantas veces se les antoje y, encima, en la misma página en que firma, con su nombre y su foto, un verdadero articulista de opinión.

Este párrafo es glorioso. Resulta que el insulto no está a flor de labio en nuestra sociedad, ni mucho menos, ¡el insulto lo ha inventado el blog! Y encima la "calaña" se mezcla con "verdaderos articulitas de opinión" -¿tienen pedigrí? ¿son círculos cerrados? ¿conforman algún tipo de logia masónica? ¿qué tipo de privilegios se les suponen?

    Es la elevación de la cobardía a la dignidad de género periodístico.

¿Qué le han hecho los blogs, buen hombre? Al margen de convertido en un denodado defensor de la dignidad periodística que, intuimos, sólo usted, sus amigos y sus camaradas "verdaderos" representan. Dignidad es escribir por dinero en un medio que se pliega a unos intereses. El altruismo y la libre opinión son denostables. ¡Pobre de mí, los pérfidos blogs me convencían de lo contrario!

    “Qué cara más dura tienes, Inci”, dirá alguno de ustedes: “Incitatus también es un seudónimo”. Desde luego que sí. Pero un seudónimo [...] que lleva aquí, tenaz, inmóvil e inoxidable, cinco años ya; que contesta a todas y a cada una de las cartas que ustedes le envían, sean amables o furibundas; que pide perdón cuando se equivoca, que se mantiene en sus trece cuando cree que tiene razón y que, para colmo, ha saludado personalmente, en carne y hueso, a muchísimos de ustedes.

Obvio. Un blogger no puede saludar a sus lectores, ni responder a sus comentarios o misivas. Además, los años que lleve en uso un pseudónimo son una prueba de su equidad y rectitud. La honradez es cosa de periodistas dignos, no de vulgares bloggers.

    Incitatus, como todos los articulistas de Opinión que hay en la Prensa, fue llamado por la dirección de su periódico para que escribiera en él. Algo le verían, digo yo. Como a todos. A los periodistas, de Opinión o de Información, se les contrata en atención a sus conocimientos, a sus luces, a su manera de contar las cosas, a su preparación, a sus fuentes, a su prestigio o a sabe Dios qué; eso depende del criterio del periódico.

A veces cuesta entender por qué llaman a algunos a escribir una columna... Otras veces, no, la ignorancia llama a la ignorancia. Y suponemos que en ocasiones también hay errores de bulto.

    Pero meter en la misma página en la que escribe el periodista a cualquier peatón, repito que en infinidad de casos un retorcido miserable que sólo va allí a insultar...

De nuevo una alusión a la raza aria periodística, los mediocres humanos que no pertenezcan al club, háganse a un lado. La presunción de inocencia no existe, los lectores de blogs son, mientras no se pruebe lo contrario, miserables sin escrúpulos.

    Leído la semana pasada en un blog, copio exactamente: “Me an cortao lo que dige ayer eneste bloc, sois uno facistas, asi respetais la libertd de expresion, cabrones vendidos”. Firmaba un tal Caguentuputamadre. Ah, ¿sí? Muy bien, don “Caguen”, sin diéresis en la “u”: la próxima vez que viaje usted en avión, yo exigiré ser el piloto, en nombre de mi sacrosanto derecho a la libertad de conducción aérea; [...]

Esta es, a mi juicio, la gran perla del artículo. Jamás había visto una forma tan burda de negar la libertad de expresión. No merece ni comentario.

    El lugar para la libre expresión de los lectores estaba ya inventado, y espléndidamente inventado: las “Cartas al Director”. Allí cada cual envía lo que se le antoja, con todos sus datos y haciéndose responsable de lo que dice, y se publican (o no) después de que un grupo de personas juzgan su interés, su oportunidad y desde luego eliminan aquellas que sólo contienen insultos.

Amén. De esta forma garantizamos que los cuatro gerifaltes de turno decidan quién tiene voz y quién no, y todos contentos, qué coño, tanta libertad de expresión y tanta mierda...

    Pero nunca, nunca, tendré un blog. Quiero con toda mi alma a los lectores del “Cultiberio”; estoy vivo y soy feliz (en la medida en que lo soy, que no es poca) gracias a ellos, o sea a ustedes. [...] Pero una cosa son ustedes, los lectores de verdad: los sabios, enérgicos, apasionados, afectuosos, cómplices, enfadados, críticos, audaces, admirabilísimos y por siempre para mí indispensables lectores del “Culti”, y otra muy distinta esa nidada de escorpiones desocupados que se agazapa, con patente de corso para insultar, en los blogs. Eso, nunca.

Como dios manda, sólo sus lectores son los admirabilísimos e indispensables. Los demás, sobran. Ya echábamos de menos que alguien pusiese las cosas en su sitio...

Ironía al margen, por fortuna hay cosas mucho más interesantes -y con comentarios productivos, todo sea dicho- para leer en la red.

viernes, enero 06, 2006

"Dubuffet & l'art brut"

    Para Jean Dubuffet, la fórmula art brut, que inventó en 1945 y que se puede traducir como arte bruto, es una nueva categoría estética y no un estilo, tendencia o escuela artística. Da cuenta de la verdad profunda de las obras que hacen quienes -niños, autodidactos, locos, analfabetos...- no están maleados o protegidos por lo que él llama las "artes culturales".

    Ahora, en el Museum Kunst Palast, de Düsseldorf; en el Musée d'Art Moderne de Lille, en Villeneuve d'Ascq -hasta el 29 de enero-, y en febrero en Lausana, se han presentado más de 300 obras de Jean Dubuffet y de art brut, es decir, de artistas que hacen arte sin saber ni querer hacer arte. Es la primera vez que se les presenta en pie de igualdad con su gran defensor.


A través de este interesante artículo de El País, a propósito de las exposiciones arriba citadas, podemos entrar en contacto con algunos de los hombres que, sin saberlo, contribuyeron a enriquecer de forma notoria el arte del siglo XX. Personajes que no pertenecieron en vida al "establishment" artístico -tampoco al social- pero que, gracias a la preclara visión de genios como Dubuffet, han terminado por escribir páginas gloriosas de la plástica contemporánea desde su condición de locos y marginados.

Henry Darger
y Willem van Genk son algunos de los mejores ejemplos. Y nos hacen pensar hasta qué punto nuestra estrechez de miras nos lleva a ignorar e incluso a despreciar la vida y el pensamiento de quienes rompen nuestros esquemas. La delgada línea que separa la cordura de la locura y la creatividad del absurdo, en tela de juicio. Afortunadamente, son muchos quienes tratan de recuperar del olvido obras de una sensibilidad incomparable y de una capacidad evocadora inmensa. El arte abriéndose paso, triunfalmente, en contra de nuestro sistema social y cultural.
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