sábado, octubre 15, 2005

Estereotipos, hipocresía

Aunque se habla de ellos a menudo, los estereotipos son una lacra más bien poco estudiada. Normalmente, se cae en el error de simplificarlos y restringirlos, fundamentalmente al ámbito de la juventud, siguiendo una fórmula del estilo televisión + cine + moda + consumismo + jovenes = creación y proliferación de estereotipos.

Lo cierto es que entre la población más joven la adoración por personajes "tipo" es realmente palpable, y en muchos casos esta devoción surge de la necesidad de identificarse con un estilo, un grupo o una comunidad que palíe -corrijo, disimule- ciertas carencias individuales. Merced a ese tipo de situaciones surgen las llamadas tribus urbanas: skins, punks, góticos, hippies, pijos... En teoría estos grupos tienen orígenes diferentes, incluso enfrentados, pero la causa principal de que existan es la misma y radica en esa necesidad de identificación tan adolescente...

¿Adolescente solo? Hasta aquí casi he agotado los tópicos sobre el tema -que, por otra parte, no considero desencaminados- pero cabría preguntarse si esa misma actitud infantil no sobrevive de forma más o menos solapada a pesar del pasar de los años.

Pensándolo fríamente, cualquier adulto es tan esclavo del estereotipo y de las categorías sociales como el adolescente más ingenuo, pero la hipocresía le lleva a censurar actitudes que él mismo perpetúa: la hippie que a los 20 años salía su vecino de rastas está casada a los 35 con un funcionario de aficiones ¿artísticas? -bricolage mayormente-, y se permite criticar la hipocresía y el consumismo que a buen seguro fomenta.

No hay de qué extrañarse, son solo etiquetas que maquillan lo bonito o lo feo de nuestras actitudes. No es difícil encontrarse antisistemas consumistas, anarquistas que integran grupos perfectamente jerarquizados, y tantos otros (lo que en Kubrick era sarcasmo en algunos es falta de luces).

Se considera tradicionalmente que Picasso pintó en 1907 Les demoiselles d'Avignon para criticar la doble moral burguesa de la época. El burgués que exhibía con orgullo su imagen de padre y marido ejemplar en sus habituales paseos dominicales se escandalizaba de la procacidad de los nuevos "artistas", que retrataban uno cualquiera de los burdeles que él mismo frecuentaba.

Hoy en día, el equivalente a ese burgués pasea a una puta que roza la minoría de edad por las mejores boutiques y cafés presumiendo de novia "elegante" y "atractiva", entra con ella en la exposición de un artista postcubista que reprueba ese tipo de actitudes y se hace con un par de obras que jamás entenderá para dárselas de erudito. Luego criticará la falta de ética y el mal gusto de la juventud. Aquí la moral ya no es doble, sino triple o cuádruple.

Lo mejor es que un ejército de tontos lo halagará hasta límites irrisorios, tildándolo de seductor elegante, refinado y culto.

Definitivamente, con estereotipos o sin ellos, no levantamos cabeza.
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